La compasión es una forma de empatía y afecto cuyo deseo es el alivio del sufrimiento de alguien. Conocida como karuna en el budismo, se refiere a esta compasión a veces como la “joya en la flor de loto.” La flor de loto simboliza el corazón o la mente que, con la práctica, se transforma en libertad, y la joya representa la compasión que aparece en el centro de esta flor. El sentimiento de la compasión sin restricciones es uno de los más bellos sentimientos que una persona puede experimentar, proporcionando un valioso significado y propósito a toda vida humana. Su presencia a veces se celebra en el budismo como una riqueza interior y como una fuente de felicidad.
Dada su importancia, el budismo no deja la manifestación de la compasión al azar. No tenemos que aceptar pasivamente cuán a menudo y qué tan fuerte la experimentamos. Al contrario, es posible desarrollar activamente nuestros sentimientos de compasión y hacer a un lado los obstáculos que los bloquean.
Debido a que las personas a veces confunden la compasión con sentimientos de aflicción, es útil distinguirlos claramente. La compasión no nos hace víctimas del sufrimiento, mientras que el afligirse por otro sí lo causa a menudo. Aprender a ver el sufrimiento en el mundo sin internalizarlo y tomarlo personalmente es muy importante; cuando lo tomamos personalmente es fácil llegar a sentirnos deprimidos o agobiados. Podemos evitar tomarlo como una carga personal u obligación si aprendemos a sentir empatía sin involucrar nuestros propios miedos, apegos y quizás penas que no hemos resuelto.
Esto significa que para sentir mayor compasión por los otros necesitamos entender nuestro propio sufrimiento. La práctica de la atención plena es una gran ayuda para esto. Con atención plena podemos ver mejor nuestro sufrimiento, sus raíces dentro de nosotros y el camino hacia la liberación del sufrimiento; podemos empezar a cultivar a la vez la ecuanimidad ante nuestro sufrimiento y la liberación del mismo.
En este sentido, es útil apreciar el gran valor de permanecer presente, abierto, y atento al sufrimiento, tanto al propio como al de los otros. A menudo necesitamos darnos tiempo a nosotros mismos para procesar eventos y experiencias difíciles y permitir que las emociones difíciles se muevan a través de nosotros. Cuando no se requiere una acción inmediata, permanecer atento al sufrimiento no requiere necesariamente mucha sabiduría ni técnicas especiales. Sobre todo se necesita paciencia y perseverancia. Una suave atención plena de nuestro sufrimiento aumenta nuestra habilidad para sentir empatía por los problemas y los dolores de los otros. Da tiempo para entender y soltar. Mediante la práctica de liberarse de la reactividad habitual, tomamos el tiempo para ver y sentir más profundamente lo que está sucediendo. Esto permite que la empatía opere y que las respuestas más profundas surjan de nuestro interior. De esta manera, la compasión es evocada y no creada intencionalmente.
Algunas personas se muestran renuentes a cultivar activamente la compasión porque les preocupa que pueda ser poco sincera o artificiosa. Otros temen que los vuelva sentimentalmente ingenuos o que les impida ver a los demás con claridad o de manera realista— tal vez por temor a que se aprovechen de ellos si son compasivos con los demás. Ya que nuestros esfuerzos por ser compasivos pueden desviarse, vale la pena tener en cuenta estas preocupaciones. Sin embargo, ya que hay maneras sanas para aumentar nuestra compasión, las preocupaciones no tienen por qué inhibir nuestros esfuerzos para cultivar la compasión.
Un requisito para cultivar la compasión es un sentimiento de seguridad. Es más fácil sentir compasión si hay seguridad y muy difícil si no la sentimos. Por lo tanto, para desarrollar una vida confiada y compasiva, puede ser provechoso encontrar maneras apropiadas para sentirnos seguros.Encerrándonos en nuestra casa, puede ser que nos sintamos seguros, mas no nos lleva a acrecentar la compasión por los demás. Aprender a sentirnos seguros en medio del ajetreo de la vida es más útil. Así mismo, la práctica de la atención plena nos apoya para enfrentar a algunas de las ansiedades y ensimismamientos que nos hacen más propensos a sentirnos amenazados.
Es importante no sentirnos obligados a ser compasivos porque a menudo esto lleva a la autocrítica y a las tensiones que interfieren con el surgimiento de una compasión natural. El budismo no exige que sintamos empatía y preocupación por los demás. Nos dice, sin embargo, que tenemos la capacidad para ser compasivos y que serlo es un maravilloso beneficio para nosotros mismos, para los otros y para la práctica de la libertad. El enfoque puede ser cómo la compasión nos enriquece en vez de cómo nos empobrece.
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